El pedazo de mi alma que se fue

Era una mañana de sábado cuando mi hermano, 11 meses mayor, y yo salimos a jugar al barranco de tres niveles que estaba enfrente a mi casa. Yo tenía 9 y el 10. Teníamos permitido bajar hasta el 2° nivel, ya que el 3° era el más peligroso porque era muy hondo.  A mí se me ocurrió la brillante idea de ir a ese lugar prohibido. Había un árbol que estaba en la orilla y mi hermano se subió en una de las ramas; de repente escuchamos cómo empezaba a romperse la rama. No les puedo describir lo que sentí en ese momento. Empecé a gritarle a mi hermano que se bajara, solo la idea de perderlo me llenaba de angustia y culpa porque había sido mi idea. Gracias a Dios regresamos sanos y salvos a casa. Por supuesto, nunca dijimos nada de esa travesura. Tengo aventuras, peleas y travesuras que contar con otros 2 hermanos más. Sin embargo, al crecer y llegar a la adolescencia nuestras vidas tomaron otros rumbos, nuestra relación se enfrió y éramos unos extraños viviendo bajo el mismo techo.

¿Te trajo a tu memoria algunos recuerdos con tus hermanos? ¿Hace cuánto no los abrazas, no les dices “te quiero”? ¿Hace cuánto no te juntas solo para recordar, reír o llorar? No sé cuál sea tu contexto, tampoco sé lo que pudo distanciar la relación, qué palabras o actitudes pudieron herirlos. En la Biblia vemos la historia de Caín quien mató a Abel por celos, a José “el soñador” vendido por sus hermanos y a Esaú que quería matar a Jacob por haber tomado la primogenitura.  En el caso de José, él logró perdonar a sus hermanos; por otro lado, Jacob y Esaú se reconciliaron. Lamentablemente Caín no tuvo esa oportunidad de pedir perdón. Jesús dijo que los dos mandamientos más importantes eran amar a Dios y amar a nuestro prójimo (Mateo 22:36-40). Jesús se refería con “prójimo” a aquellos que estaban cerca de nosotros, nadie está más cerca que nuestros hermanos y hermanas.

¿Por qué te platico esto? Hace 21 años mi hermano mayor murió, se fue un pedazo de mi alma. Se sintió como si esa rama se hubiese roto, pero ahora es una realidad. Yo llevaba 2 meses sin hablarle, no por estar peleando, simplemente nuestras vidas tomaron diferentes caminos. Ese día lo iba a llamar, pero no lo hice, me arrepentiré toda mi vida. Sé que un día volveré a verlo y sabrá que siempre se lo amé. Abraza, ama, perdona y disfruta a esa persona mientras esté viva. El “hubiera” no existe, el hoy sí. Está en ti aprovechar al máximo a las personas que amas y sentirte satisfecho por darlo todo, sobre todo a tus hermanos.

Por Vanessa de Benecke