Soy un estorbo para mis hijos

Recuerdo que todos los días, al dejar a mis hijos en el colegio, oraba pidiéndole a Dios que alejara toda amistad maliciosa de la vida de ellos. Una vez uno me dijo: “Mamá, ya no ores así, nos vamos a quedar sin amigos”.  Mi respuesta fue simple: “Para qué quieren amigos cerca de ustedes que no les van a traer nada bueno. Seguro Dios les traerá buenas amistades, ya que es mejor tener un buen amigo que tener varios que no añaden valor”.  Al pasar el tiempo me dijeron: “Mamá, sigue haciendo lo que haces porque sí esta funcionado”. No se imaginan lo agradecida que estuve con Dios en ese momento. Él escucha nuestras oraciones y las responde en Su tiempo.

“Él no los ha estorbado”. Estas no fueron las palabras de un policía o de un maestro a un padre, sino las palabras de Dios refiriéndose a Elí, un sacerdote, pues no había estorbado el pecado y el libertinaje de sus hijos. Esto está escrito en 1 Samuel 3:13: “Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”. ¿Por qué como padres no estorbamos a nuestros hijos cuando son propensos a hacer el mal? ¿Qué es lo que nos paraliza e impide que hagamos algo para que no se autodestruyan? Elí era un sacerdote muy atareado y un juez respetable. El problema fue que no les dio a sus muchachos la clase de atención que sí le dio a Samuel. Los hijos de Elí fueron cayendo porque él no los corrigió ni estorbó.

¿Qué tanto estorbas a tus hijos? Y no me refiero a estar encima de ellos diciéndoles qué hacer y qué no, porque sí es necesario estar pendientes de ellos, pero no al punto de agobiarlos. Me refiero a estorbar el pecado con tus oraciones, provocando que tengan dominio propio y sepan decir no a cualquier propuesta maligna.

Volviendo a la historia del inicio, mis hijos se han convertido en sus propios estorbos; es decir, ellos también terminaron orando de esa manera. Le piden a Dios buenas amistades y cuando los amigos se han alejado (cosa que sí ha pasado) reconocen que esa es una respuesta a sus oraciones y a las nuestras como padres.

Dios nos da el valor y la decisión de enseñar, corregir y confortar el corazón de nuestros hijos. Necesitamos padres que dejen de ser permisivos con el pecado, dejando a un lado el temor y la pasividad, y dispuestos a convertirse en los mejores estorbos que sus hijos puedan tener.

Vanessa de Benecke
Empresaria, cabeza de red en la red de Matrimonios jóvenes de Casa de Dios