Las muñecas de trapo
En cierta ocasión escuché la historia de un matrimonio de edad avanzada, que mientras el esposo ordenaba el closet encontró dos muñecas de trapo y una caja con una gran cantidad de dinero, que él no había visto antes. Asombrado del hallazgo, fue con la esposa y le preguntó, si ella sabía lo que tenía en el closet y que él lo había encontrado. Ella sonrió y le dijo, mi amor en nuestra vida de casados cada vez que me he molestado contigo, para distraerme y perdonar más rápido, tejía una muñeca de trapo.
El anciano feliz celebró y le dijo: que increíble que en todos estos años de casados solo dos veces te has molestado conmigo, la anciana sonrió y le dijo: no mi amor el dinero es de todas las muñecas que he vendido durante toda la vida.
Cuando perdonas, evitas que la amargura se apodere de tu corazón. En Marcos 11:25 Jesús dijo: Y cuando estén orando, perdonen lo que tengan contra otro, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados. Todos necesitamos ser perdonados por Dios, ya que constantemente le fallamos. En su infinito amor, Dios nos otorga el perdón; y Él desea que nosotros hagamos lo mismo.
Perdonar no significa que borres el recuerdo de una traición, un engaño o una ofensa que otro ha cometido contra ti. Tampoco es pretender que nada malo ha ocurrido. Uno no olvida, pero si mi corazón está sano, no se volverá a doler. Es semejante a una herida que ha sanado, muchas veces queda una cicatriz, pero ya no duele porque pasó un proceso de sanidad. Así es el perdón, y lo que se hace para sanar no es un sentimiento, sino una decisión. Y claro, suena muy fácil, pero intentamos hacerlo solos, sin la ayuda de Dios, es como una misión imposible.
La falta de perdón es como un veneno que tomamos poco a poco, pero que al final y lentamente termina envenenando y matando nuestra alma. A lo largo de los años aprendí que el ofrecer perdón a quien nos falló no es un regalo para él, sino que es un gran beneficio para mi vida y también para mis hijos. Recordemos que la falta de perdón encadena y afecta todas nuestras relaciones; ya que vivimos con dolor, amargura, desconfianza, ira.
Por el contrario, el perdón es un acto de fe, confianza y amor propio. El perdón es para despedirte de la angustia, de ese malestar constante y del rencor que duele. También hay que dejar a un lado el sentimiento de venganza, el querer que la otra persona sufra lo mismo o más que yo; esto solo va a crear solo una raíz de amargura en mi corazón, la cual no me dejará vivir una vida plena como la que Dios quiere que yo tenga.
Ahora te pregunto: ¿cuántas muñecas vas a hacer? ¿Y cuánto dinero acumularás en tu cuenta bancaria con el paso del tiempo? Bien se ha dicho que el amor nos hace ser tolerantes ante ciertas ofensas, y que se perdona, mientras se ama.