En la sala de espera
Cada vez que íbamos al pediatra parecía que era excursión, por los momentos que pasábamos en la sala de espera. Buscaba estrategias para esperar lo menos posible. Hubo ocasiones en las que desde el carro les decía a mis hijos: “Cuando se abra la puerta del elevador y les haga la señal, corren hasta el doctor y dicen: ‘Buenos días’”. Así teníamos el turno apartado porque dentro del elevador iban otras mamás al mismo nivel.
Generalmente, en estas salas de espera hay todo tipo de personas, desde personas enfermas y desesperadas hasta personas calmadas. Hay unas que pareciera que platican hasta con las plantas artificiales. Todas ellas están esperando una misma cosa: ser atendidos. La diferencia es que cada una tiene una actitud distinta en medio de esa espera.
En el Señor nos suele pasar lo mismo. En algún momento hemos estamos en esa sala de espera con el fin de que la promesa venga a nuestra vida. Hay esperas que duran poco y otras que parecieran una eternidad. La Biblia nos ofrece ejemplos como Abraham (esperó veinte años por la promesa de su hijo), José (después de diecisiete años de espera pudo ver resuelto su propósito) o David (tardó quince años en tomar el reinado) que han estado en esa sala. Ellos nos dirían que tengamos paciencia y fe en que Dios cumplirá lo prometido.
Necesitamos calma para llevar a cabo la voluntad de Dios porque la perseverancia se produce a través de procesos, no de caminos cortos. Son pasos planeados por Él para nuestro beneficio. Recuerdo que pasaron siete años para que se cumpliera un sueño que teníamos como familia. Esa espera parecía interminable. Nuestras fuerzas decaían y mis hijos nos decían: “Hay que tener fe, Jesús lo dijo y se cumplirá”. Como padres también les recordábamos lo mismo.
En una sala de espera de una clínica nos cuidamos para no contagiarnos; en la espera de las promesas del Señor debemos cuidarnos de los dardos del enemigo. Recuerda lo que dice en Salmos 27:14 (JBS): “Espera al SEÑOR; esfuérzate y aliéntese tu corazón; sí, espera al SEÑOR”. Si Dios lo dijo, Él lo hará.
Vanessa de Benecke